La última tentación de Cristo: la humanización de la divinidad y la fantasía de la carne

(Spoilers)

Drama americano-canadiense de 1988 distribuido por Universal y Cineplex Odeon Films (quien también lo produjo). Dirigido por Martin Scorsese, escrito por Paul Schrader, producido por Bárbara De Fina, musicalizado por Peter Gabriel, fotografiado e iluminado por Michael Ballhaus y montado por Thelma Schoonmaker.

Actores: Willem Dafoe, Harvey Keitel, Bárbara Hershey, Harry Dean Stanton, la participación especial de David Bowie como el prefecto Poncio Pilato, Andre Gregory, Víctor Argo, Tomás Arana, Irvin Kershner, Verna Bloom, Peter Berling, Peggy Gormley, Gary Basaraba, John Lurie, entre otros.

Adaptación homónima de la novela de Nikos Kazantzakis, La última tentación de Cristo está muy lejos de ser la típica película exhibida durante la Semana Santa (y en especial los domingos de Pascua) sobre la figura de Jesús de Nazaret. Causó controversia desde el vamos: grupos reaccionarios y devotos boicotearon esta pieza, consiguiendo que muchos productores que pensaban invertir en el proyecto se arrepintieran. No obstante, a pesar de cambios de guion y reducciones del presupuesto, las intenciones censoras de los infames chupacirios de siempre se vieron truncadas: el escándalo fue superado y el film se estrenó, logrando una muy positiva recaudación y muy buenas críticas.

La aclaración de Scorsese parte como advertencia en el inicio de que no se trata de una puesta en escena de los libros evangélicos, sino de una exploración novelada de lo que pudo pasarle por la cabeza a Cristo antes y durante su Pasión- crucifixión. Aunque gran parte de la historia está directamente relacionada con lo relatado en los Testamentos, la sucesión de eventos se tocan con invenciones del libro de Kazantzakis y lo que Schrader extrajo: estas consisten en la manifestación de sentimientos angustiosos, culposos y temerosos de Jesús, bajo un proceso de humanización muy distanciado del tradicionalismo sobrehumano y mesiánico del catolicismo.

Judas, encarnado por un siempre sobresaliente Harvey Keitel, le contagia su voluntarismo de luchar contra la opresión romana (en ese momento, de acuerdo a lo escrito en la Biblia, Roma estaba gobernada por Tiberio) al nuevo líder Jesús (despreciado por los judíos de su zona, no todos, por hacerle cruces letales a los romanos). Así se provoca una paradoja: el ideal de pacifismo y el contagio amoroso al mundo choca con el ardiente deseo de oponer resistencia bélica a los laureles imperiales, como hubiese querido Nietzsche.

El impacto que escandaliza sobradamente (no solamente a los cristianos), es el principal desvío de lo supuestamente ocurrido durante su martirio: gracias a una intervención mágica de un ángel, el ex carpintero muta de ser el mesías a un apasionado esposo y un dedicado padre de familia, entonces ya no tiene que cargar con el infinito y extremadamente doloroso peso de ser el Hijo de Dios Elegido y puede vivir una existencia armoniosa con su Creador, mediante la labor física.

La deliciosa banda sonora a cargo del genio vocalista y flautista de Génesis, Mr Peter Gabriel es hipnótica. La fotografía diáfana de naranjas y azules es suavemente excelsa, el guion es jugosamente imaginativo y el montaje de cámaras lentas y fundidos encadenados yuxtapuestos aportan un dramatismo que le calza con justicia a un contenido que previamente fue (casi) agotado por el cine americano.

Los diálogos filosóficos son enormemente hondos y las actuaciones (sobre todo la del monstruo Defoe) son inmaculadas. Los intercambios de Judas con Cristo, Cristo- Pilato y Cristo- Saúl (futuro San Pablo de Tarso, fundador de la Iglesia) son los más apreciables (Bowie muestra una seriedad en el habla y la cara sobria), Harry Dean Stanton impecable.

Es irresistible para la ficción y para los espectadores abiertos de mente que se materialice “lo que podría haber ocurrido en lugar de”. Obviamente los cristianos, a diferencia de los judíos, no iban a aceptar gratuitamente (a menos que se entregaran al placer artístico con liberalismo) que sus creencias sean, sino cuestionadas, al menos confrontadas con la alternativa de otro escenario más terrenal: el de la ontología de un hombre contrariado que revolucione el globo a través de sabias prédicas, pero sin modificar el orden social politeísta (que recién adoptó al cristianismo con Constantino 1) ni alterar a los judíos, que no debían ni deben por la convertirse por la fuerza porque tienen otras creencias (resulta muy antisemita culparlos a todos por la condena a Cristo).

La crítica a la pureza asexual, reprimida y  culposa, además del rechazo al odio fomentado contra los placeres de la carne por obra del catolicismo dominante y coercitivo, se hace notar de manera explícita, sumada al anhelo nacido de lo que el psicoanálisis llama la pulsión de vida, frente al sacrificio de la pulsión de muerte (o la entrega pasiva a los romanos). Aunque no es un film ateo por su conclusión (no desprecia sus milagros ni su divinidad mística como el judaísmo y los musulmanes), vindica al personaje de Judas como luchador revolucionario, que a mi modo de ver, por un entredicho del propio guionista Schrader, este entredicho se traduce en boca del mismo zelote (judío vehemente y rígido por dogma) que invierte la traición: acusa de lo que se le endilgó  a él como abandono de la causa.

El Cristo convencido de su divinidad y necesidad de salvar al mundo, se constrasta con esa misma convicción redentora pero dudosa de lo que es pecado y lo que no, con la carne femenina que lo tienta y más aún, con la satisfacción del mundanismo económicamente estable, esta es la última tentación.

No me gustó el final porque transforma una propuesta novedosa e interesante en un simple onirismo de Jesús, empujado por la agonía de la cruz, que termina confortando a los cristianos y su dogma e ilógicamente, contenta a un Judas que aceptó traicionar a su maestro para que el sacrificio “salve a Israel de los romanos”, cuando se supone que la intención de este no era aceptar a regañadientes el llamado a la inmolación de Dios a su Hijo, sino por el contrario, que decida luchar con las armas y un ejército para hacer caer a ese imperio terrorífico. Pero ese no es el Judas de Scorsese, tampoco el evangélico, que abandonó sus propios ideales a cambio de dinero (es decir, mutado en corrupto), sino uno que reprocha a su maestro entregarse al derrotero calmo quebrando su promesa, acusándolo de traidor y haciéndole creer que el ángel que lo liberó de la cruz era en verdad el demonio del fuego que alucinó Jesús en el desierto (cuando delira por la inanición).

Pero como es vox pópuli, toda película magnánima crea discusiones, fruto de las reflexiones que surgen con lo que se aparta de lo socialmente aceptado y convencional, La última tentación de Cristo es una de ellas, dueña de un nivel subversivo incomparable y de las más ruidosas de la historia del cine.

Author: nacho2002

extrovertido y cómico

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